martes, 25 de febrero de 2020

Mi cuerpo, esa casa donde mi ser habita

En este momento, en el lugar preciso en que me encuentro, hay una casa que lleva mi nombre. Yo soy su único propietario, hace mucho tiempo que he perdido las llaves. Por eso permanezco fuera y no conozco más que la fachada. No vivo en ella. Esa casa, albergue de mis recuerdos más enterrados, más rechazados de mi cuerpo.

Esas paredes que lo han oído todo y no han olvidado nada son mis músculos. En el envaramiento, en las crispaciones, en la debilidad, en los dolores de los músculos de la espalda, del cuello, de las piernas, de los brazos,del diafragma, del corazón, y también en los de la cara y en los del sexo, se revela toda mi historia individual, ¿desde cuando?... no lo recuerdo se que es hasta el día de hoy.

Sin siquiera darme cuenta, desde el primer momento hubiese reaccionado a las presiones familiares, sociales, morales .
"Ponte así", o asá.
 No toques eso, pórtate bien (esta frase era una de las preferidas).
¡Pero vamos, muévete! date prisa y luego; ¿adónde vas tan de prisa...?.

Confundida me "adapto" a todo como podía.
Para conformar, tuve que deformar.
Mi verdadero cuerpo, naturalmente armonioso, dinámico, alegre, fué sustituido por un cuerpo extraño que acepto mal, que en el fondo de mi misma rechazo. "Es la vida -dicen-. ¿Qué le vamos hacer ?.

PUES YO LE DIGO QUE SÍ, que se puede hacer.
Nunca es  demasiado tarde para liberarse  de la programación del pasado, para hacerse  cargo de nuestro propio ser, para descubrir posibilidades insospechadas.


Existir significa nacer continuamente.
Sin embargo ¿cuántos hay que se dejan morir un poco cada día, integrándose tan bien en las estructuras de la vida  que pierden su vida al perderse de vista a sí mismo?.

Confiar la responsabilidad de la vida, del cuerpo a los otros, a veces a personas que no reclaman esa responsabilidad, que las abruma, y con frecuencia a quienes forman parte de instituciones cuyo primer objetivo consiste en tranquilizar y, en consecuencia en reprimir.

(¿Y cuántas personas hay de toda edad cuyo cuerpo pertenece todavía a sus padres?).
Hijos sumisos, esperan en vano a lo largo de toda su vida el permiso para vivirla.
Menores de edad que se prohíben incluso el espectáculo de la vida, por hacer lo que hacen los demás, lo que no les impìde convertirse en sus censores más estrictos.

Al renunciar a la autonomía, abdicamos de la soberanía individual. Pertenecer  así a los poderes, a los seres que nos han recuperado. Reivindicamos tanto la libertad precisamente porque nos sentimos esclavos; y los más lúcidos se reconocen como esclavos-cómplices. ¿Como podría ocurrir de otro modo puesto que ni siquiera somos dueños de nuestra primera casa, la casa de nuestro cuerpo?.

Es posible encontrar las llaves de nuestro cuerpo, tomar posesión de él, habitarlo al fin, para hallar en él la vitalidad, la salud, la autonomía a que tenemos derecho.
¿Pero cómo?, no oponiéndose  a los sentimientos, al alma, a la inteligencia, abrirnos a la totalidad del ser.... porque el cuerpo y el espíritu , lo psíquico y lo físico, incluso la fuerza y la debilidad, representan, no la dualidad del ser, sino su unidad.

Esos movimientos que se van a realizar, se originan en el interior del cuerpo; no vienen impuestos desde el exterior. No hay nada en ellos de místicos o de misteriosos. Su objetivo no estriba en escapar del propio cuerpo, sino en evitar que en el cuerpo continúe escapándose de nosotros, y la vida con él.

Pgs





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